LA DEMOCRACIA EN MEXICO
Es importante tener noción sobre la división de poderes en el Estado Mexicano, para así saber cuales son las funciones de cada uno, pues a partir de esta división es como se ejecuta el gobierno en nuestro país donde “primitivamente” tenemos un sistema Democrático.
El presente trabajo iniciara con un análisis de las diferentes formas de gobierno que se dan en el Estado. Como primer punto tendremos una breve introducción a las formas de designación de gobernantes, para dar paso a la estructura gubernamental en México, sin dejar desapercibido las organizaciones políticas que se han establecido en nuestro país.
Es importante tener noción sobre la división de poderes en el Estado Mexicano, para así saber cuales son las funciones de cada uno, pues a partir de esta división es como se ejecuta el gobierno en nuestro país donde “primitivamente” tenemos un sistema Democrático.
Dentro de este trabajo se busca fincar bases para entender lo ocurrido en el periodo de transición de gobierno en el año 2000, donde verdaderamente hubo un ejercicio democrático y aunque los resultados no sean los verdaderamente esperados por parte del ejecutivo electo para el periodo 2000 - 2006, si se mostró a la ciudadanía mexicana y al mundo que en un país como el nuestro, en vías de desarrollo económico, la mentalidad popular va siendo más exigente y que requieren gobernantes que mejoren el desarrollo del país y de todos los mexicanos.
3 aspectos fundamentales:
Como principio de legitimidad: no acepta auto investiduras ni poder derivado de la fuerza. El poder deriva del pueblo y se basa en el consenso de los ciudadanos. Se legitima por elecciones recurrentes, libres y competitivas.
La democracia es un sistema político llamado a resolver problemas del ejercicio del poder: el pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes.
La democracia como ideal: como "es" y no como debería ser.
Valores en que se apoya la democracia
- * Libertad: participación de los ciudadanos en la definición de decisiones colectivas
- * Igualdad: todos los ciudadanos tienen la misma dignidad política
- * Solución pacifica de las controversias, mediante el dialogo y el entendimiento.
- * Tolerancia: admitir formas de pensamiento diferentes.La transición mexicana a la democracia llegó a su fin. El viejo régimen, el régimen del presidencialismo sin fronteras, el régimen del partido sin competencia y elecciones sin garantías, el régimen sin crítica y escrutinio público, el régimen del Estado grande y la sociedad pequeña, ha quedado en el pasado.En su lugar empieza a cobrar forma una presidencia acotada por las fronteras constitucionales, se ha levantado un sistema de partidos competitivo, se celebran elecciones libres, se despliega la libertad de expresión y emerge una sociedad más organizada y participativa, cuyos derechos marcan cada día más los límites del Estado.El problema es que las transiciones a la democracia no entrañan necesariamente su eficacia y su consolidación: una cosa es arribar a la democracia y otra es construir un entramado institucional sólido y funcional que asegure la estabilidad del régimen democrático.Que la transición concluyó es un hecho sobre el cual no se quiere polemizar con estas líneas: los partidos políticos compiten, ganan y pierden elecciones; los ciudadanos votan y sus votos deciden; la incertidumbre sobre el resultado de las elecciones se ha instalado y domina el ambiente preelectoral, lo mismo en los comicios para la integración de los ayuntamientos que en las contiendas para la renovación de los poderes locales y federales; los medios de comunicación ejercen la crítica sin restricciones y una gran diversidad de voces se expresan con libertad; todos los cargos políticos están incluidos en el juego democrático, se disputan en las urnas. ¿No es esto la democracia?Si se atiende a los criterios de calificación democrática de los más destacados estudiosos de los procesos de cambio político, México pasa la prueba. Juan Linz, por ejemplo, sintetiza su criterio al respecto en las siguientes condiciones: libertades políticas individuales, sistema de partidos competitivo, elecciones libres, inclusión de todos los cargos políticos efectivos en el proceso democrático y sufragio universal. Así que ahora la cuestión es otra: después de la transiciónEl problema reside en que la joven democracia mexicana gira sobre el eje de un entramado institucional débil, obsoleto y atrofiado. La herencia institucional del régimen anterior arrastra muchísimos pasivos: instituciones resquebrajadas por el peso ilimitado del poder presidencial, procedimientos y mecanismos constitucionales oxidados por la falta de uso, grandes espacios de discrecionalidad, ineficiencias burocráticas, corrupción e impunidad, inercias centralizadoras, y costumbres, prácticas y arreglos al margen de la ley. No es que no haya activos. Lo que ocurre es que el balance arroja unos saldos francamente raquíticos, desde luego insuficientes para sostener una democracia estable. El reto hoy, en efecto, consiste en construir o fortalecer, según sea el caso, los cimientos necesarios para asegurar la estabilidad de la construcción democrática. ¿Por dónde empezar?Las experiencias de este siglo muestran casos de transiciones exitosas junto con otros en los que un cambio político democrático no condujo a la construcción de una democracia estable, sino, por el contrario, a situaciones de aguda inestabilidad o a procesos involutivos de corte autoritario. ¿Qué factores permitieron el éxito de las transiciones que culminaron en democracias estables o, en sentido inverso, qué factores determinaron la inestabilidad o el derrumbe de las construcciones democráticas en los casos fallidos? Por encima de las características de cada país, la diferencia entre los casos donde la democracia se consolidó y los casos donde acabó por desplomarse ha residido sobre todo en la eficacia de los gobiernos democráticos.No es casual que el caso paradigmático de las transiciones recientes, España, tenga en su haber una experiencia democrática fallida: la República fundada en 1931 y aplastada en 1939, luego de tres años de una cruenta guerra civil. De la experiencia se aprende, y en la España de los treinta, sin descontar otros factores, el derrumbe de la democracia se debió en gran medida a la inestabilidad e ineficacia de los sucesivos gobiernos democráticos. Por ello el reciente proceso español de transición y consolidación democrática puso el acento en las exigencias de estabilidad y eficacia de la democracia, con un éxito tan rotundo como envidiable.
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